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«Un caro pisapapeles de tu extraterrestre favorito»

Como celebración especial (tardía) del Día de los Inocentes, hoy os traemos, más que una crítica propiamente dicha, una leyenda del mundo de los videojuegos. Y es que, si fuiste poseedor de una Atari VCS 2600 y tuviste la desgracia de gastar tu dinero en este juego, estoy seguro de que lo mínimo que pensaste fue algo como «¿Dónde esta la cámara oculta y mi ramo de rosas?». La mera existencia de este título ya debe considerarse, si cuentas con el humor suficiente, como una broma pesada, aunque podríamos llegar a catalogarlo como algo mucho peor.

Para comenzar con la historia que acompaña a esta crítica, situémonos en el año 1982. En EEUU, se acababa de estrenar una película que había causado furor y recaudado millones. Todo el mundo hablaba del genio que dirigió este largometraje, y de la entrañable criatura venida del espacio exterior: E.T. era el fenómeno del momento. Como era de esperar, esto llamó la atención de muchos, entre ellos de los chicos de Atari, como una puerta a un negocio seguro. Un videojuego basado en una película de éxito y fama mundial, ¿qué podía salir mal?. Así que, a pesar de no contar con el beneplácito de Spielberg, autor de esta obra maestra de la gran pantalla, Atari se propuso superar al juego del momento, «Pac-Man», con una aventura sobre el simpático personajillo en la que nuestro objetivo era reunir partes de un teléfono para que E.T. pudiera llamar y volver a casa. En un principio parecía una buena idea, a pesar de que se alejaba un tanto de la trama de la película, el tirón de E.T. conseguiría que les quitaran los cartuchos de las manos.

Los problemas empezaron cuando alguno de los jefazos de Atari perdió el norte completamente en la fase de desarrollo. Se tardaron tres meses en la realización del juego, una cifra no solo insuficiente sino impensable e irrisoria para la creación de un videojuego. Por si fuera poco esta primera metedura de pata, siguieron mas allá produciendo una cantidad tal de cartuchos, que superaban en mucho a la cantidad de consolas existentes, con la premisa de que la gente acudiría en masa a comprar ambos productos. Con todas las cartas sobre la mesa, el juego sale, por fin, a la venta y los primeros compradores lo arrebataron prácticamente de los estantes. Pero al llegar a casa, la realidad era muy distinta de lo que Atari había prometido: los gráficos eran horriblemente simples, el apartado sonoro dejaba muchísimo que desear, la duración del juego (si tenías la paciencia de completarlo, puesto que la jugabilidad era incomprensible, haciéndose necesario jugar con el manual por delante) era absurdamente corta, y poseía algunos fallos de programación graves, como un hoyo de tierra específico del que no podías salir obligándote a reiniciar la partida una y otra vez. Había dos tipos de enemigos: uno que te robaba las piezas recolectadas, y otro que te «encarcelaba» (aunque en realidad solo te llevaba a un lugar con barrotes del que podías salir sin hacer nada, solo moviéndote.) Eso era todo, un juego compuesto, dicho de manera simple, por cuadrados de 2 o 3 colores, que podías tardar 5 minutos en completar si tenías suerte de que no te saltasen errores por doquier y si  aguantabas lo suficiente con el controlador en la mano antes de perder los nervios ante tal demostración de mediocridad.

La pésima calidad del título sumada a toda la expectación que Atari había creado a su alrededor desembocaron en una situación que nadie hubiera esperado al concebir la utópica idea inicial: más de 5 millones de copias del juego acumulando polvo en los almacenes de Atari, que nadie quería ni como regalo de cumpleaños, generando el doble problema de la mala reputación obtenida y los grandes gastos que suponían el almacenaje de tal cantidad de productos. Es entonces cuando la historia verídica recibe sus toques de leyenda, ¿que hacer con los cartuchos sobrantes? Según se cuenta, Atari hizo un transporte masivo y secreto de cartuchos hasta un desierto de Nuevo México, donde simplemente se deshicieron de ellos enterrándolos. Incluso los habitantes cercanos, tomándose la situación con mucho humor, colocaron una lápida en la que se puede leer «aquí yace E.T. y su familia».

De esta forma, Atari consiguió su propósito de crear un título que quedara en la historia de los videojuegos por largo tiempo, aunque no logró ni de lejos que esta fama aportara beneficios, seguro que la Leyenda de los Cartuchos Enterrados perdurará por siempre.